Cuéntame una historia, que me gusta cuando no sé cómo van a terminar tus frases.
Cuéntame alguna de un buen recuerdo, que me gusta que te ilumines al sonreir.
Cuéntame esa misma historia las veces que quieras, porque nunca va a ser igual. Disfruto de tu aire y de cómo tus ojos persiguen las ideas que se te cruzan por la cabeza.
Cuéntame la misma historia dos veces seguidas que me gusta cuando le das vida a aquel pasado que te hizo sentir tan plena, y revives esas viejas emociones, y las emanas, y me contagias.
Repíteme la misma historia hasta que ya no tenga sentido. Hasta que se vuelva sólo eso, palabras, una tras otra, ajenas incluso a su función básica de informar.
Dudemos.
Cuestionémonos si esos recuerdos que de tanta emoción te llenaban, siguen haciéndolo. Existirán en algún lado? Tendrán vida aparte de la que les brindas al mentarlos?
Vuélveme a contar la historia. Y que tus ojos se iluminen, no de revivir instantes gratos, sino de saber que sin esa historia, tal vez, no serías la misma.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
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